Cuidados Paliativos
Los cuidados paliativos son una modalidad de la medicina que se centra en el alivio del sufrimiento de las personas con enfermedad incurable o en fase terminal.
Una enfermedad terminal es aquella que no responde a ningún tratamiento específico y que evoluciona de forma irremediable hacia la muerte en un tiempo corto.
Su desarrollo en México es apenas incipiente, y es obvio que hay que acelerar el paso en la preparación de profesionales de la salud para favorecer a los pacientes afectados por enfermedades en fase terminal la posibilidad de que vivan el tiempo que les queda con el menor sufrimiento posible.
De acuerdo con la definición de la OMS, los cuidados paliativos, son los apropiados para el paciente con una enfermedad avanzada y progresiva donde el control del dolor y otros síntomas, así como los aspectos psico-scoiales y espirituales cobran la mayor importancia.
El objetivo de los cuidados paliativos es lograr la mejor calidad de vida posible para el paciente y su familia.
La Medicina paliativa afirma la vida y considera el morir como un proceso normal, se opone a la eutanasia. Los cuidados paliativos no adelantan ni retrasan la muerte, sino que constituyen un verdadero sistema de apoyo y soporte para el paciente y su familia.
Los cuidados paliativos se dividen en 2 grandes grupos:
- oncológicos (cualquier tipo de cáncer en etapas avanzadas-terminales) como en las
- no oncológicos (enfermedades crónicas avanzadas de un órgano; demencia senil avanzada; enfermedades neurodegenerativas, cardiopatías, neumopatías, hepatopatías y nefropatías, SIDA muy avanzado, ancianos frágiles y comas evolucionados de causas diversas).
América Latina ha dado un vuelco hacia un perfil epidemiológico en el que predominan las enfermedades crónicas no transmisibles. Los cambios demográficos, fundamentalmente el aumento de la población adulta y la urbanización han aumentado la carga por enfermedad y los costos de los servicios de salud. Para el año 2020 se espera que ocurran 840.000 defunciones por cáncer en América Latina y el Caribe. Uno de los aspectos más descuidados en la atención de las personas con cáncer son los cuidados paliativos, que deberían comenzar en el momento mismo del diagnóstico.
El cáncer constituye hoy un verdadero problema de salud pública, cuya incidencia va en franco aumento. Cada año aproximadamente 9 millones de personas enferman de cáncer en el mundo y un 70% de ellos fallecen por la enfermedad. Por otra parte, dos tercios de los casos ocurren en los países en vías de desarrollo, que solo cuentan con el 5% de los recursos totales para el control del cáncer. América Latina y el Caribe no escapan a esta situación, se estima que en los próximos años cerca de 1 millón de personas necesitarán cuidados paliativos en la región. La mayoría de los pacientes oncológicos, en nuestros países, fallecen en condiciones deplorables: sin la analgesia adecuada y sin los cuidados que la situación de una enfermedad terminal requiere.
Los cuidados paliativos deben promover el reajuste del paciente y su familia a una nueva realidad para lograr el mejor afrontamiento posible a la situación de enfermedad terminal.
Los caminos a través de los cuales se hace efectivo este reajuste pasan por:
- Buen control del dolor y otros síntomas
- Buena comunicación
- Apoyo psicosocial
- Trabajo en equipo
Control de síntomas
Si el objetivo es lograr el reajuste del paciente a una nueva realidad, es necesario que se encuentre en condiciones para poder hacerlo: ello solo será realizable si se lo mantiene lo más asintomático posible. Si bien es evidente que nadie podrá aproximarse a un paciente cuando se retuerce de dolor o cursando un estado confusional, por una hipercalcemia, hay algunos aspectos particulares referentes a la atención del paciente oncológico en las fases finales de la vida que deben considerarse.
Se deberá poner especial énfasis en la situación clínica particular de cada paciente, en cuáles son los objetivos razonables de cada tratamiento y en establecer qué hacer y qué no hacer en cada momento.
Debemos recordar que se trata de pacientes que no tienen posibilidades de un tratamiento curativo y que, no obstante, su breve expectativa de vida, siempre será posible ofrecerles un buen tratamiento sintomático.
En esta situación se le exige al médico una valoración muy precisa de un equilibrio muy delicado: por un lado, no someter al paciente a exámenes inútiles y costosos, no agregar tratamientos agresivos o inoportunos y, por el otro, no descuidar un examen clínico atento y riguroso capaz de develar y prevenir situaciones puntuales que podrían afectar gravemente la calidad de vida del paciente.
Es decir, no sobre-tratar ni sub-tratar al enfermo, sino saber guardar el equilibrio y valorar en cada circunstancia cuánto beneficio y cuánto perjuicio obtendremos con determinado tratamiento o con determinada abstención terapéutica. Deberá considerarse que no se trata de dispensar cuidados compasivos, sino que, por el contrario, la actitud clínica será la de indicar un tratamiento rápido y eficaz de todos aquellos síntomas potencialmente reversibles y que apunte a mejorar la calidad de vida del enfermo.
Se trata, en fin, de tomar las mejores decisiones en la situación de un enfermo terminal sin prolongar su agonía ni acelerar su muerte.
Sobra decir que para cumplir con estos objetivos no solo se debe lograr un control eficaz de síntomas, sino que, y tal vez sea lo más difícil, debe irse tejiendo un verdadero consenso entre el paciente, su familia y el equipo.